viernes, 21 de diciembre de 2012

ANTE LA TUMBA DE JOSEPH BRODSKY


                   Isla-cementerio de San Michele

Protegida del embate
de las aguas y los vientos
de la vida por un muro,
a esta isla de silencio
no me ha traído Caronte
en su góndola de luto.

Aquí dentro, sin embargo,
van y vienen las gaviotas
con sus gritos, como bruscos
ecos de risas sarcásticas
que hasta los altos cipreses
llegaran desde el trasmundo.

Hay en tu tumba un rosal
con cintas en las que cuelgan
frases o versos en ruso
y a ras de suelo un buzón
de cartas al más allá
o simplemente al futuro.

He venido a agradecerte
tu defensa de la rima,
pues te debo en parte el gusto
con que la empleo en mis versos,
aunque sea una rima pobre,
sin resonancias ni lujos.

Con ánimo compungido,
pongo mi mano en la lápida
y de pronto me pregunto
si acaso será la muerte
la ausencia fatal de rima
del mundo con el trasmundo.

Isla-cementerio San Michele, Venecia, febrero de 2012
© Rosario Acal
Publicado en Sibila, revista de arte, música y literatura, nº 40 (Sevilla, octubre 2012)

martes, 4 de diciembre de 2012

FRANCISCO JOSÉ CRUZ por Mario Rivero


Al lado de su labor poética central, como editor y compilador de textos de afamados poetas hispanoamericanos, Cruz cumple una importante tarea de gran servicio a la cultura y a su país, a través de la colección de autores, auspiciada por la revista de creación Palimpsesto, importante órgano de difusión de poesía, dentro y fuera de España, a cuyo frente ha estado desde su fundación, en 1990, concluido su periodo de cuatro años como codirector de la revista Ritmo de viento.
      Destacado exponente de las búsquedas expresivas que se llevan a cabo en España en los últimos años, es ésta una poesía en plena marcha, en su ámbito y en su deliberación, en dirección opuesta a los excesos culturalistas y a los hermetismos vanguardistas de los «Novísimos» y «Posnovísimos», aparecidos en los últimos años 80 y primera mitad de los 90, en el escenario de la lírica hispánica.
      Rechazando la grandilocuencia y la retórica de los experimentalismo a la moda, Francisco José Cruz construye su poesía sobre conceptos como transparencia, emotividad, sinceridad; en donde lo sensitivo parece ir dictando el tono a la escritura, dando entrada a lo cotidiano, a los sucesos de todos los días y de siempre, en una lección de sencillez, a fin de restituir su limpieza a la palabra, y levantando, libro a libro, cada vez más alta su poesía.
      Conmueve ver cuán hondo es capaz de sentir este poeta de vocación heroica, que aún caminando como por calles de bruma, está en el mundo: en el ojo de cada huracán, naufragio o calma, con la escritura funcionando para él, como la sola luz-guía. Quien, para explorar las profundidades de sí mismo, ha sabido beber en las corrientes contemporáneas, a la vez que en las fuentes de la tradición, señoreada por don Antonio Machado, hasta alcanzar una expresión intensa y natural, como alguien que en medio de la noche da en el blanco.
      Provisto de una sensibilidad serena, cercana al equilibrio y la sutileza de la mejor poesía china, Francisco José Cruz nos advierte, con lucidez, que aun gastando mucho tiempo para morir, «a morir no se aprende». Porque el tiempo, la muerte y la poesía son los puntos de referencia en su poética. Aunque acaso se trata sólo, libro a libro, de un tema inmenso y virtualmente infinito: la muerte. La muerte y su afónico rumor. La soterrada partitura que el tiempo no deja de tocar en nuestro oído, con imperceptibles dedos…
  
Prólogo a A morir no se aprende de Francisco José Cruz (Arango Editores, Bogotá, 2006).