domingo, 29 de mayo de 2011

ENTREVISTA CAPOTIANA A FRANCISCO JOSÉ CRUZ por Toni Montesinos

En 1972, el escritor estadounidense Truman Capote (1924-1984) publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama 1999), y en él el autor de A sangre fría se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Francisco José Cruz.

–Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?


–La ciudad de Sanlúcar de Barrameda, donde veraneo desde niño y donde conocí a Chari, mi mujer. Es nuestro lugar de nacimiento en común. Sus amplios espacios planos y peatonales no me cansarían.

–¿Prefiere los animales a la gente?
–Para bien o para mal, uno no puede realizarse fuera de su propia especie, de modo que el mejor amigo del hombre no es el perro, sino otro hombre. Nuestra esencial condición creadora, en todos los órdenes, nos distingue radicalmente de los demás animales, al punto de olvidarnos de que también lo somos. De acuerdo con el ensayista William Hazlitt, “el ser humano es un animal poético”.

–¿Es usted cruel?
–No creo que la crueldad constituya un rasgo fijo de nadie, salvo de desquiciados y fanáticos. Sin embargo, llevado por el furor de un momento, he sido a veces cruel intencionadamente y otras sin querer.

–¿Tiene muchos amigos?

–Hay muchos grados de amistad. Todo depende de las relaciones, más o menos banales o profundas, que mantengamos. En cualquier caso, el número no importa. Presiento que un verdadero y viejo amigo –ese que nos acompaña a lo largo de los años, aceptando nuestras virtudes y nuestros defectos– nos llenaría tanto como diez.

–¿Qué cualidades busca en sus amigos?

–Según de quien se trate. Para los más íntimos, sensibilidad, lucidez y, ante todo, cariño.

–¿Suelen decepcionarle sus amigos?

–Si me decepcionaran con frecuencia, no lo serían. Y cuando lo hacen, procuro tener la misma condescendencia que pretendo para mí.

–¿Es usted una persona sincera?

–En general, sí, aunque estoy convencido de que la sinceridad a toda costa, en cualquier situación, no es buena. En ciertas ocasiones, resulta incompatible con valores igualmente necesarios, como, por ejemplo, la compasión. En este sentido, entre otros, podría entenderse el siguiente aforismo de Antonio Porchia: “Quien dice la verdad, casi no dice nada”.

–¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?

–En mi caso, al trabajar en casa, el ocio y el negocio, la devoción y la obligación se confunden. De modo que estar con la familia e ir de la lectura a la conversación es mi santa rutina.

–¿Qué le da más miedo?
–Las enfermedades que pudieran contraer mis seres queridos.

–¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
–La impúdica ignorancia del político profesional, dispuesto a ocupar cargo tras cargo con tal de no quedarse sin oficio ni beneficio. También la charlatanería de los medios de masas, que invitan a la gente anónima, menos precavida, a opinar de todo y sacar sus intimidades, cuando en su entorno privado, no pierde la compostura.

–Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
–Como no vivo de la escritura, nunca me lo he planteado. No recuerdo, además, haber decidido ser poeta. Fui tomando conciencia de ello poco a poco, a medida que iba teniendo la creciente necesidad de intentar una obra de tono y mundo propios, al margen de mis otras posibles tareas, fueran las que fueran.

–¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
–No, aunque reconozco que a mi edad el ejercicio físico sería beneficioso, sin caer en el fanatismo deportivo de hoy, que ya criticaba Juan de Mairena, cuando aconsejaba en su lugar el sosegado paseo.

–¿Sabe cocinar?

–No sé cocinar absolutamente nada, pero disfruto de la buena comida, sobre todo de la tradicional. Esos platos familiares, que pasan de padres a hijos, nos alimentan más que ningún otro, pues conservan el recuerdo de nuestros muertos y, en cierto modo, cada vez que probamos uno, volvemos a comer con ellos.

–Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?

–A Eugenio Montejo, cuya amistad de tantos años hasta su muerte ha dejado huella indeleble en mi vida y cuya obra supone para mí un legado espiritual de primer orden, impropio de estos tiempos.

–¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
–Cualquiera que uno pronuncie con afecto para seguir adelante. Lo importante está en el tono y la intención.

–¿Y la más peligrosa?
–Cualquier palabra que uno pronuncie con el fin de hacer daño.

–¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
–Ni siquiera en los peores momentos se me ha pasado por la cabeza, aunque descubrir un asesino en personas supuestamente equilibradas, me ha hecho sentirme frágil.

–¿Cuáles son sus tendencias políticas?
–Soy incapaz de adherirme a un programa político. Las ideologías me parecen rígidas máscaras de cartón piedra que ocultan nuestro auténtico modo de ser. Me considero un liberal en el sentido más amplio y humano del término.

–Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?

–No lo he pensado nunca. Quizá la escritura y la lectura me compensen de esta imposibilidad. Un poema, a su manera, nos permite ser lo que no somos cuando le da su voz a las cosas.

–¿Cuáles son sus vicios principales?
–Entre los más viejos, oír partidos de fútbol para distraerme de mí mismo.

–¿Y sus virtudes?
–Esas, creo, que deberían decirlas los demás.

–Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
–Soy tan poco imaginativo que no se me ocurre nada, amén de mi mujer y mi hija.

Publicada en Alma en las palabras. Escrituras y vivencias de Toni Montesinos (almaenlaspalabras.blogspot.com/2010/09/entrevista-capotiana-francisco-jose.html), 27 de septiembre de 2010.